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La temperatura del suelo es la medida del calor en las capas superficiales o profundas del suelo, generalmente expresada en grados Celsius (°C). Es un factor determinante en numerosos procesos biológicos, físicos y químicos que afectan directamente al desarrollo de los cultivos.
Influye en la germinación de semillas: cada especie tiene un rango óptimo de temperatura para iniciar el crecimiento.
Afecta la actividad microbiana y la disponibilidad de nutrientes en el suelo.
Regula el crecimiento radicular y la absorción de agua y minerales.
Es crucial en la planificación de siembras y el manejo de cultivos perennes o invernales.
Temperaturas demasiado bajas pueden retrasar o impedir la germinación.
Temperaturas elevadas, especialmente en la superficie, pueden dañar raíces o acelerar la evaporación del agua del suelo.
Se recomienda medir la temperatura a distintas profundidades, dependiendo del tipo de cultivo (comúnmente a 5, 10 o 20 cm).
El monitoreo continuo de la temperatura del suelo, junto con la humedad, permite tomar decisiones más precisas sobre labores agrícolas, riego y fertilización, especialmente en el marco de la agricultura de precisión.
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